Eterno vals
Llevaban
más de dos décadas de casados. Tienen tres hijos, una niña (la luz de los ojos
del padre) y dos varones. La pequeña era la mayor y estaba a horas de casarse,
a pesar de su corta edad, con su novio de hace años. Su pareja era muy
agradable y muy educado. Tal que el padre de la novia lo acepto con facilidad,
ante todo pronostico en contra de ello. Los futuros esposos tienen buenos
proyectos para su vida y por eso, los padres han apostado sin dudar a este
matrimonio. Lo único que deseaban en silencio era que no les sucediera lo que a
ellos se le hace difícil superar. Caer en la rutina y desgaste del amor que
sentían el uno con el otro. Cuando despertaban, a él le preocupaba no llegar
tarde a su trabajo y no le era placentero salir corriendo de su hogar. A todo
esto, si ella permanecía durmiendo, no quería despertarla para no causarle un
malestar matutino. Si la situación era contraria, ella lo despertaría con
varios empujones. Así él no salía tarde y ella podía estar en paz, con el
silencio de la soledad. Era evidente que ambos compartían el gusto de la
tradición de estar lejos el uno con el otro a lo largo del día. Al llegar la
noche, compartían la cena con pocos comentarios del historial diario, porque la
televisión era el centro de atracción. Además, el hecho de colaborar con la
organización de la boda fue muy estresante, que no había buenos motivos para
entablar una conversación. Ella trabaja desde su hogar y cuando necesita
despejarse, sale de compras. Él en cambio, cuando entra a su casa, solo quiere
tener novedades del club de fútbol de cuál se declara hincha. Su excusa es que
vive agobiado y preocupado por el bienestar de su familia, que merece ese
pasatiempo como galardón de todo su esfuerzo. Y a ambos ya no le hez de suma
importancia acostarse juntos y dormir abrazados. Él descansa desde muy temprana
hora y ella no puede dormir sin leer una novela, para poder agotar sus ojos e
imaginar en sus sueños ser personaje de la obra literaria. Al dormir espalda
con espalda, añoran esos tiempos que, al encontrarse distanciados, su apego estaba
en el reloj de pulsera, para poder llegar a la hora del encuentro entre ambos.
Y la decepción era volver a verlo y que sólo habían transcurrido unos segundos.
No es desamor lo que sienten, porque se elegirían de nuevo cada día como
compañeros. Sienten que las pruebas que les puso la vida han desgastado esa
pasión del uno para el otro y que ya eran demasiado maduros como para expresar
lo que ya deberían asumirse, luego de tantos años juntos. En este silencio,
como principal actor, vivían las escenas diarias.
El momento
más importante de su hija, hasta ese día, ha llegado. Ambos se pusieron de
acuerdo en casi todo, para que sea la noche perfecta para la joven princesa. Él
la llevaría al altar y ella los miraría desde un costado con los ojos llenos de
lágrimas de felicidad. Luego de entregarla a su reciente esposo, ambos se sentarían
juntos, por protocolo obligatorio. Ella le da unas palmadas en el muslo al
sentarse, en demostración de aprobación por el flamante acto. Las fotos
demostraban que entre ambos había una llama próxima a apagarse. En el salón, el
bullicio de alegría por la pareja que convoco a los 120 invitados era el
pretexto ideal para no dirigirse la palabra. Llegaron los protagonistas de la
fiesta. Luego del recibimiento alocado, llego el momento emotivo del vals. Él
orgulloso de su hija, bailo con mucha alegría y los ojos iluminados. Su primogénita
era la única mujer que le hacía sonreír sin prejuicios en los últimos años. Le
cedió su lugar al padre del novio y él prosiguió a danzar con su consuegra. Ambos
se elogiaban y agradecían por el evento llevado a cabo. Seguidamente, la mujer disponible
a bailar era la misma con quien dormía hacía años con el invierno en medio de
ambos. El público estaba a la espera de como reaccionarían. Él se armo de valor
y tomo su mano izquierda, para ubicarse a un costado de las otras parejas en la
pista de baile. Al hacerlo, su visión se nublaba ante una radiante luz que se
postraba en el centro del cabello de ella. Al ponerse frente a frente, se
miraron a los ojos. A pesar de las arrugas que han acumulado con el andar de la
vida, el color verde de la mirada de ella que lo solía cautivar seguía
firmemente en el mismo lugar. Esto causo una sonrisa para nada forzada, como
eran las que serían reveladas en las fotos con anterioridad. Lo único que pudo
expresar fue un halago a la belleza de la mujer que ignoraba hace unos minutos.
Ella largo una carcajada al viento y pregunto si no era una broma. Quiso
escuchar esas palabras hace años y quería asegurarse que no era un sueño. De
fondo se escuchaba las melodías de la canción que él le dedicaba por una
emisora de radio hace dos décadas atrás. El baile dejo de ser visto como dos
desconocidos y dejándose llevar, en un abrazo al son romántico. Alrededor de
ellos, se producían intercambios de pareja en simultaneo. Pero ellos sentían
que estaban a solas, con el mismo sentir de noviazgo al borde de la locura sin
medidas. Era tan cálido que los tiempos de hielo habían quedado en el olvido.
Se miraban fijamente y la mirada de ella se dirigía a los labios de él.
Este sin dudar dio el paso al frente y beso los labios de ella. Ambos
resucitaron el acto que los enamoraban cada día. Tan apasionado fue que las
personas los abrazaron con un fuerte aplauso, en celebración de ello. Fue el
vals que reavivo el fuego entre ambos y les dio una nueva oportunidad de
expresar el amor que se sentían. Dejando de lado los prejuicios y ese
impedimento de la vejez…
(el final lo dejo
abierto a tu imaginación…)
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