Cicatrices


Permanecía en la oscuridad por horas, con el brazo cubierto de papel film para evitar infecciones y todo tipo de roce ante el tatuaje. Sentado en la silla, frente a la mesa, solo pensaba en auto acusaciones a su persona por el historial delictivo. A pocas horas de obtener su “libertad”, aceptado por sus padres para convivir con ellos e iniciar una nueva etapa en su vida. Su madre era más tolerante y perdonaba sus pecados. Sin embargo, su padre prefería optar por el silencio, porque no compartía la elección de vida que había tenido hasta el momento. Esa frialdad se hacía sentir hasta el comedor en esa madrugada, mientras el matrimonio dormía en su habitación. Pero en la cabeza de él solo había una imagen. La cara sonriente de su única hija, un día antes de que lo prendiera la policía por un robo a mano armada a varias personas hace 6 años. La niña sonreía ante la falta de comprensión de quien era su padre, jugaba con inocencia con las manos de él. Quien era su cónyuge y madre de la niña, miraba desde la puerta de la cocina con una sonrisa tímida y avergonzada. En secreto era cómplice de los actos de delincuencia de él y también era beneficiada por los “premios” obtenidos a fuerza de un cañón cargado de balas. Su conciencia la hacía caer en depresión por las noches. Su deseo era tener una mejor vida y que su hija crezca en un ambiente más tranquilo y genuino para ser una mujer ejemplar en un futuro. Pero el final que se predecía se cumplió. Ambas habían quedado en soledad a causa de la privación de libertad de él. Ella debería buscar una salida rápida y honorable para poder ser sostén en su hogar. Debía demostrar seguridad ante la niña, para poder crear una imagen de fortaleza en ella. El tiempo paso, las visitas al reo dejaron de ser de ella en soledad y comenzaron a ser en compañía de la pequeña. A él le conmovía verla crecer y en perfecta salud. Pero también le producía tristeza e ira, por no poder compartir tiempo con ellas y darle el sustento necesario. Una tarde, al finalizar la visita, volvió a su celda lleno de enojo, que sus ojos permanecían desorbitados a causa de esto. Al ver que su compañero había utilizado sus pertenencias, comenzó una pelea a golpes de puño con él. Este, lo sorprendió al usar un elemento cortante sobre su brazo y luego en sus costillas. Luego de la intervención de las autoridades, permaneció varios días en enfermería sanando sus heridas. La que fue hecha en su brazo, termino cicatrizando con una forma de la letra U. Su contrincante juro venganza en un plazo no tan lejano. Pero al volver de la enfermería, corrió la noticia que había sido trasladado a otra prisión. Él creía haberse quitado un problema de encima. A la visita de familiares siguiente, se enteró que su pareja e hijas son amenazas por un mal viviente conocido de su ex compañero de celda. Días después, se concreto lo impensado. Han asesinado a la niña, ante la mirada de su madre. Esta envuelta de ira acusaba al reo y decidió finalizar la relación en un mar de llanto. En forma de consuelo, lo abandonaría por siempre y evitaría todo tipo de contacto con él. Ante este resultado, la personalidad y el estado de animo de él no fue el mismo. Permaneció hundido en la amargura y no podía olvidar el rostro de su hija nunca. Siempre tenía la misma pesadilla, con la imagen retratada del acto que acabo con la vida de ella. Al obtener el favor del juez y salir de la prisión, decidió llevar al rostro de su hija en la piel. Aprovechando la cicatriz en el brazo, la uso como la sonrisa de la niña. Que, a pesar de cargar con la culpa de su muerte, quería recordarla por siempre.


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